La rosa,
la inmarcesible rosa que no canto,
la que es peso y fragancia,
la del negro jardín en la alta noche,
la de cualquier jardín y cualquier tarde,
la rosa que resurge de la tenue
ceniza por el arte de la alquimia,
la rosa de los persas y de Ariosto,
la que siempre está sola,
la que siempre es la rosa de las rosas,
la joven flor platónica,
la ardiente y ciega rosa que no canto,
la rosa inalcanzable.
(J. L. Borges, La rosa.)
El que suscribe, se alegra enorme de la recuperación de este blog que ha dormitado durante largas semanas. Vamos a ver si el Ave Fénix que retorna, sigue ubicando sus trabajos, amadas rosas, que le inspiran, que le hacen sentirse unida a los pinceles, el fluir del medio, y la incertidumbre de los resultados.
ResponderEliminarHas vuelto; sólo dejaste la puerta encajada y, ahora que vuelves a casa, sigue allí la rosa que ignora su belleza.
ResponderEliminarLa rosa que el aire deshoja y vence, la de mágico terciopelo; la rosa blanca de la inocencia, la roja de tinta-sangre del corazón; la que llega del remoto mar de los deseos, la que se estremece en el viento; la rosa en azotea del cabello, la que habla a los enamorados; la rosa; la fugaz rosa que atraviesa cualquier vida.